Estudiante de raza negra reflexiona sobre cómo enfrentar el racismo en una escuela privada de Chicago: ‘Mantén la misma energía’

Este artículo, publicado originalmente en inglés por Injustice Watch, está disponible en español gracias al proyecto “Traduciendo las noticias de Chicago”, del Instituto de Noticias Sin Fines de Lucro (INN).

Por Randy Pierre

Nota del editor: Randy Pierre, de 18 años de edad y residente del sur de Chicago, es estudiante de último año de Latin School of Chicago, una de las mejores escuelas privadas de la ciudad. En julio, Injustice Watch  realizó un reportaje acerca de un conteo relacionado a la raza en la escuela, de la que estudiantes y alumnos alegaron era el hogar de una cultura racista y xenófoba. En esta pieza, Randy reflexiona sobre sus experiencias con el racismo en Latin School y cómo la escuela ha respondido desde julio.

Este artículo en primera persona, se realizó en colaboración con el South Side Weekly.

Todavía recuerdo mi primera visita a Latin School of Chicago. Acababa de terminar el sexto grado y asistí a mi primera orientación de High Jump, un programa de enriquecimiento académico que prepara a los estudiantes de primaria para el competitivo proceso de solicitud requerido para la inscripción selectiva y las escuelas privadas.

Latin fue una de las primeras escuelas secundarias que me presentaron; su reputación de intenso rigor académico y ex alumnos notables me atrajo de inmediato.

En 2017, en mi primer día como estudiante de noveno grado, caminar a través de esas puertas se sintió como un sueño hecho realidad. Las escenas de estudiantes felices llenaban las pantallas de televisores montados en paredes anaranjadas brillantes. Imaginé que podría ser yo el que apareciera en esa pantalla. Me sentí un paso más cerca de convertirme en quien quería ser: alguien exitoso.

Compré el sueño que la escuela estaba vendiendo, sin estar preparado para lo que venía con él. 

Luego de crecer en un barrio predominantemente negro del sur de Chicago, Latin era un entorno completamente nuevo, y luché para hacerme camino en él. 

Tuve que aprender que no podía llevar conmigo mi cultura. Empecé a cambiar sólo para salir adelante, pero eso aún no era suficiente para evitar los prejuicios. Me sentía solo y aislado. Todos los días me daba miedo ir a la escuela, hasta el punto que durante mi primer año, quería cambiarme a otra escuela. 

Hablé con algunos de los adultos en los que más confiaba; me dijeron algo que en ese momento, no supe cómo interpretarlo : Estoy aquí para cambiar el lugar, el lugar no está para cambiarme.

Al principio, pensé que esto era sólo una declaración genérica al estilo “aguanta y persevera”. Tomé esas palabras con reservas, mientras terminaba mi primer año.

A medida que comencé mi segundo año en la escuela, empecé a entender cómo podía hacerme camino y estar más cómodo en los lugares blancos. Pero mis métodos tenían errores. Fui indiferente al racismo que tuvo lugar en Latin y debido a ello, mis compañeros blancos continuaron con las mismas acciones.

Cuando formaba parte del equipo de baloncesto, escuchaba a mis compañeros  usar la palabra que comienza con “N” y otros términos despectivos mientras estaban en los vestidores. Llegó el momento en que alguien a quien consideraba un amigo cercano, decía cosas que sabía que me harían daño, pero todavía no tenía nada que decir. Escuchar estas cosas me conmocionó y vi las consecuencias de no mantenerme firme. 

En mi tercer año, todo empezó a cambiar. Este fue el año en que empecé a descubrir quién soy, gracias a la Conferencia de Diversidad y Liderazgo Estudiantil (SDLC, por sus siglas en inglés). 

En dicha reunión nacional de estudiantes, estaba rodeado de gente que estaba pasando por las mismas cosas que yo. Todos vimos los efectos que las instituciones predominantemente blancas tienen sobre la comunidad BIPOC (por sus siglas en inglés y que se refiere a las comunidades negra, indígena y gente de color).

Asistir a estas instituciones interrumpió el descubrimiento de nuestras identidades porque teníamos que ocultar quiénes éramos para ser aceptados por nuestros compañeros de clase.

En la conferencia, participé en un debate de lo que significaba ser negro en una institución predominantemente blanca. En una sala de más de 300 personas negras, hablamos de empoderarnos en nuestros espacios y hacer que nuestras verdaderas luces brillen, incluso si nuestras instituciones intentan atenuarlas.

 Por primera vez en años, sentí que podía ser mi yo auténtico. Al mismo tiempo, me sentí empoderado para llevar a Latin la energía que sentía. Aprendí que tengo más poder del que sabía. Si quisiera provocar un cambio, tendría que hacerle frente al desafío.

Durante el verano de 2020 después de mi primer año, Latin finalmente se vio obligada a lidiar con la justicia racial en un momento en que el resto de la ciudad y el país también se enfrentaba al racismo después del asesinato policial de George Floyd.

En una página de Instagram llamada “Sobrevivientes de Latin”, los estudiantes y alumnos empezaron a compartir sus experiencias en la escuela como miembros de comunidades marginadas. 

Al leer las historias y presentando yo mismo algunas, me di cuenta de que no podía sentarme y esperar a que la escuela hiciera algo: tenía que tomar el coraje y las experiencias que gané en la conferencia de diversidad y liderazgo y usarlos para exigir un cambio.

El año pasado, mis compañeros y yo protestamos, enviamos correos electrónicos a los líderes escolares y presentamos ideas que harían que los estudiantes de BIPOC se sintieran más cómodos en Latin.

Este otoño, obtuvimos cambios en el manual del estudiante que enfatizan el apoyo del estudiante, incluyendo la creación de un reporte de incidentes de sesgo, imparcialidad o favoritismos.

Este formulario anónimo permite a los estudiantes compartir sus historias de imparcialidad y recibir respuesta de un miembro de la facultad, haciéndoles saber que alguien ha leído la historia y tomará alguna forma de acción.

Los cambios han sonado bien. Pero en el mundo del aprendizaje remoto y sin las conversaciones entre compañeros que normalmente tendríamos, es difícil decir si estos cambios son efectivos o no.

Pero de cualquier forma, este no puede ser el final de la lucha. Es sólo el comienzo. Para seguir avanzando, debemos mantener la misma energía que tuvimos durante el verano para hacernos responsables a nosotros mismos, a nuestros compañeros y a nuestros líderes comunitarios y exigir un cambio cuando sentimos que es necesario. 

Ahora entiendo que estoy aquí para cambiar el lugar, el lugar no está aquí para cambiarme.

*Nota del editor: Visita este enlace para conocer más sobre los objetivos de Latin en temas de diversidad, equidad e inclusión.

Traducido por Gisela Orozco