Índices de inmunización infantil en Chicago están disminuyendo. Los funcionarios de salud están preocupados

Este artículo, publicado originalmente en inglés por Chalkbeat, está disponible en español gracias al proyecto “Traduciendo las noticias de Chicago”, del Instituto de Noticias Sin Fines de Lucro (INN).

Por Cassie Walker Burke

Al crecer indocumentada en una familia que emigró a Chicago desde México, Rosalía no iba al médico con la misma frecuencia que sus hermanos nacidos en Estados Unidos. Sus padres temían que una visita de rutina al doctor generaría preguntas incómodas o costaría más de lo que podían pagar.

“Incluso si hubiesen tenido los recursos, no se habrían sentido cómodos al consultar por miedo. Temían meterse en problemas”, dijo. (Chalkbeat omitió su apellido para proteger su identidad).

Rosalía, quien reside en el lado noroeste de la ciudad y es madre de dos niñas, es responsable en estar al día con las visitas regulares de sus hijas al pediatra. Pero este año se siente frustrada ya que después de seis meses de estar llamando a la clínica de salud donde se atienden sus hijas le dicen que no hay hora disponible y que llame otro día.

“Al principio, dijeron: ‘No podemos recibir a sus hijas debido a la pandemia’. Eso era comprensible. Luego pedí una estimación de cuándo podrían volver a la consulta. No pude conseguir una cita hasta esta semana”.

Hay varias razones de por qué las tasas de vacunación infantil, típicamente altas en Chicago, han disminuido entre los niños, incluyendo problemas de acceso a la salud; miedo a estar expuestos al COVID-19; y desconfianza de las vacunas, la cual ha resurgido últimamente.

Los datos actuales son difíciles de obtener, pero los registros obtenidos por Chalkbeat ofrecen una idea de la severidad del problema: una cuarta parte de los niños de escasos recursos que asisten a los centros de cuidado infantil financiados con fondos públicos de Chicago están atrasados en las vacunas críticas para enfermedades tan graves como el sarampión o el polio. Eso es una disminución de 12 puntos porcentuales en comparación al año pasado.

En algunos vecindarios, hasta la mitad de los niños en recintos de cuidado infantil no están siendo vacunados como se requiere, según un análisis de datos proporcionados por el departamento de servicios familiares de la ciudad por medio de La Ley de Información Pública.

Si la inmunización no es controlada, la ciudad podría sufrir un segunda crisis de salud pública, como el brote de sarampión que Illinois enfrentó el año pasado o un aumento de casos de tos ferina, identificando vacíos preocupantes en la salud pública pediátrica debido a la pandemia del coronavirus.

Los expertos advierten que esta disminución podría estar relacionada con la desconfianza en algunos vecindarios frente a las vacunas, lo que presagiaría un camino complicado para una futura vacuna del COVID-19.

“Creo que cualquiera que haya trabajado en el área de las vacunas tiene motivos para estar preocupado”, dijo la Dra. Marielle Fricchione, directora del programa de inmunización en el Departamento de Salud Pública de Chicago y profesora adjunta de pediatría en el Hospital Infantil de la Universidad Rush.

Con muchas escuelas cerradas y guarderías infantiles con pocos niños, el mecanismo que la ciudad usa para asegurar el cumplimiento de las normas, como enviar a los niños de vuelta a sus casas hasta que los requisitos de inmunización sean cumplidos, suena inverosímil. La semana pasada, la junta escolar estatal relajó su propia medida de fecha límite al 15 de octubre para asegurar la vacunación de los estudiantes que están tomando clases en línea, diciendo que pueden continuar con sus clases sin sanción. “La amenaza de no volver a la escuela es diferente. Así que eso cambia nuestros incentivos habituales para que las familias se vacunen a tiempo”, dijo Fricchione.

Si los niños no están yendo al médico para recibir vacunas, también se están perdiendo exámenes de detección de problemas de salud mental o retrasos en el desarrollo y señales de advertencia de autismo, envenenamiento por plomo, incluso abuso infantil, negligencia o desnutrición.

“Hay un efecto COVID relacionado con el acceso a la atención médica”, dijo Jennie Pinkwater, directora ejecutiva de la Asociación Estadounidense de Pediatría en Illinois. “Estamos preocupados por los índices de inmunización, pero hasta cierto punto este es un problema menos complejo de resolver que la falta de acceso a la atención de salud pública”.

A principios de octubre, el director interino del Departamento de Servicios para Niños y Familias del estado envió un aviso a empresas y proveedores de atención médica  mencionando una estadística preocupante: las llamadas para denunciar el abuso y la negligencia infantil disminuyeron un 57% en comparación al mismo período del año pasado. Cuando los establecimientos escolares cerraron, los maestros, entrenadores y otros funcionarios que monitoreaban casos de posibles abusos infantiles ya no podían observar las vidas de los niños a quienes ayudaban a mantenerse seguros.

Para algunos niños, la única conexión con el exterior son las visitas al pediatra.

Temor y dudas

En los últimos años, Chicago ha tenido índices de inmunización superiores al promedio. La ciudad se estaba acercando, por ejemplo, a tasas de cobertura del 95% para la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola, según datos de los Centros para el Control de Enfermedades, que tiende a retrasarse algunos años.

La situación actual se está recién empezando a conocer, pero aun así, los registros al 31 de julio solo entregan un panorama incompleto. Los números obtenidos por Chalkbeat muestran lo que está sucediendo entre 12,000 niños, que es solo una fracción de los residentes más jóvenes de la ciudad. Pero esos niños son los más vulnerables, ya que califican para programas públicos de cuidado infantil y subsidios para familias de bajos ingresos.

Un análisis más detallado muestra diferencias entre lugares y vecindarios, cifras que no se correlacionan directamente con la pobreza o cuántos residentes en el área tienen seguro médico. Una serie de vecindarios en el lado suroeste de la ciudad —Auburn Gresham, Ashburn, Gage Park, y Brighton Park— tenía centros que reportaron índices más bajos que el 76% promedio de toda la ciudad al igual que Edgewater y Uptown en el lado norte de la ciudad.

“Definitivamente deberíamos estar haciendo sonar la alarma en este momento”, dijo Carmen Vergara, directora de operaciones de Los Centros de Salud Esperanza, que opera cuatro clínicas de atención médica en el lado suroeste de Chicago. “Estamos a ocho meses de la pandemia, es decir, más del 25% de la vida de un niño de 2 años”.

En los barrios con una alta tasa de COVID-19, un viaje en autobús o unos minutos en una sala de espera puede verse como un peligro de contagio. “Los padres tienen dudas de venir a la clínica ya que la ven como un lugar donde podrían estar expuestos al virus”, dijo Vergara. “En general, la gente se siente como, bueno, si están atrasados [con los chequeos], prefieren arriesgarse antes que  asistir al doctor y posiblemente exponerse”.

Mientras hay familias que están preocupadas de la exposición al virus, hay otras que enfrentan problemas de acceso, de retrasos con las citas médicas hasta cierres de clínicas públicas. La ciudad frecuentemente usaba una estrategia multifacética para proveer inmunización: conectando a cientos de médicos para vacunar de forma gratuita a niños de bajos recursos, llevando un autobús a diversos lugares para vacunarlos de forma rápida y segura, y a la vez  cubriendo los vacíos en clínicas públicas para las personas sin seguro médico o subaseguradas e indocumentadas.

Pero debido a la pandemia, esas clínicas cerraron durante meses a partir de mediados de marzo y dejaron de contar con el autobús que viajaba a escuelas, guarderías, refugios para personas sin hogar e iglesias.

“Teníamos un programa sólido en términos de equilibrar las barreras de acceso a la salud”, dijo Fricchione, director de inmunizaciones de la ciudad. “Nos rompió el corazón cuando tuvimos que cerrar las clínicas cuando la pandemia alcanzó su punto máximo”.

En agosto, la ciudad volvió a contar con el autobús, y en septiembre, reabrió dos de las cinco clínicas. Pero con muchos establecimientos escolares cerrados, el bajo uso de las guarderías infantiles, y los programas de parques y las ferias de regreso a la escuela que son básicamente un recuerdo pre-pandémico, ¿A dónde se supone que irán los autobuses?

Meses de retrasos continuos podrían tener consecuencias. “Esto va a ser mucho más grave cuando las escuelas tengan clases presenciales. Ahora tienes niños que se están mezclando con otros niños, y esto aumenta el riesgo de que los niños que no han completado sus vacunas estén expuestos a enfermedades que son prevenibles”, dijo la Dra. Tina Tan, especialista en enfermedades infecciosas pediátricas en el Hospital Infantil Lurie de Chicago y profesora de pediatría en la Escuela de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern.

Entrevistas en terreno

El programa de vacunaciones infantiles de Chicago suele entregar 700,000 dosis de vacunas anualmente a 400 centros médicos. Es una tarea titánica que colapsó en primavera cuando los proveedores se enfrentaron a sus propios desafíos, incluyendo la escasez de suministro de equipos de protección personal, el cambio abrupto a citas por telemedicina y los desafíos de reembolso que tal vez desincentivaron a los médicos de priorizar las vacunas.

Históricamente, un ingrediente clave de la campaña de la ciudad en torno a la vacunación ha sido también reclutar grupos comunitarios para promover información en diferentes barrios minoritarios. Los trabajadores en terreno hicieron preguntas y abordaron preocupaciones sobre las vacunas infantiles requeridas, así como también las inmunizaciones opcionales como la influenza.

La pandemia frenó algunos de esos programas, pero Chicago planea reactivarlos. El alcance comunitario es crítico ya que los expertos sacaron a relucir una preocupación sobre que la disminución de las tasas de inmunización también podría estar relacionada con la desconfianza hacia el establecimiento médico a raíz del COVID-19.

Los estadounidenses afroamericanos, en particular, tienen razones de sobre para desconfiar del sistema de salud, que deriva de un doloroso historial de discriminación y una brecha constante en la atención médica en comparación a los estadounidenses blancos. Una nueva encuesta nacional que analizó opiniones por raza revela que siete de cada 10 afroamericanos piensan que han sido tratados injustamente durante la pandemia por algún establecimiento médico; la mitad afirmó que rechazarían una vacuna contra el coronavirus.

“Algunas personas de color le temen a las vacunas, y en general también le temen a los médicos y a la atención médica, en particular por la manera en que el COVID-19 está siendo manejado, y especialmente con la retórica política que estamos viviendo antes de las elecciones presidenciales”, dijo Jamal Malone, director ejecutivo de Ada S. McKinley Community Services, una agencia coordinadora de 14 centros de cuidado infantil que acogen a alrededor de 750 niños. Malone dijo que hay otros factores a considerar que podrían estar causando la disminución de inmunización.

Algunas familias están volviendo a llevar a sus niños a guarderías después de meses de encierro, y además, las estrategias que los centros están usando para reforzar la inmunización han cambiado. Antes de la pandemia, los educadores se concentraban en intentar conversar  con los padres de forma casual mientras se iban y recogían a los niños. Esas conversaciones eran una oportunidad para recordarles a los padres sobre los exámenes de salud e inmunizaciones, o para identificar a las familias que necesitaban ayuda para acceder a centros médicos. Sin embargo, las nuevas restricciones establecidas donde los padres ya no pueden ingresan a los establecimientos durante la pandemia han limitado esas importantes interacciones.

“Ahora la comunicación tiene que ser por medio de llamadas telefónicas o mensajes de texto”, dijo Malone. “Estamos buscando diferentes formas creativas de mantener la comunicación con los padres”.

Fricchione está de acuerdo en que las conversaciones en persona son más eficaces que carteles publicitarios, una táctica que la ciudad aplicará a la divulgación de la vacuna COVID-19 cuando esté disponible. “Hay un trauma generalizado que se desencadena por esta conversación acerca de la  vacunación COVID. Somos sensibles a esos temas. Nada reemplaza las conversaciones reales con seres humanos reales”, dijo Malone.

El que Chicago aborde esta disminución de las vacunas en los más jóvenes podría resultar en un escenario favorable para los adultos, siempre y cuando esté disponible una vacuna contra el COVID-19. Los ensayos de las vacunas están en marcha para los adultos, y en ciudades como Chicago ya se está planificando su distribución. Sin embargo, todavía no hay ensayos para probar la inocuidad de una vacuna de tal forma que sea comparable con una para los niños, lo que presenta otra preocupación en la salud pública.

“En pediatría siempre tenemos esta conversación sobre las vacunas y la desconfianza en torno a ellas y hay mucha capacitación e información sobre ese tema”, dijo Pinkwater, agregando que la asociación estatal de pediatras le ha solicitado a la Legislatura de Illinois que establezca y financie una coalición estatal de vacunación.

“Si vamos a extender ese tema hacia la medicina para adultos, los internistas no están capacitados para convencer a un adulto de vacunarse. ¿Cómo abordamos estas conversaciones que estamos teniendo en torno al sarampión y a la vacuna contra la gripe desde la visión de los niños y extrapolamos eso a nuestros colegas de medicina adulta?”

“El tiempo es ahora una prioridad”.

Traducido por Marcela Cartagena