Maestros de CPS trabajan extra dando ayuda tecnológica a las familias hispanas

Casi la mitad de los estudiantes del distrito escolar de Chicago son hispanos; aún así, las familias dicen que la ayuda para quienes hablan español no ha sido suficiente.

Este artículo, publicado originalmente en inglés por Borderless Magazine, está disponible en español gracias al proyecto “Traduciendo las noticias de Chicago”, del Instituto de Noticias Sin Fines de Lucro (INN).

Por Amaris E. Rodriguez 

Nidia Carranza cuenta que el otoño pasado estuvo frente a la casa de un estudiante para ayudar a su mamá a ingresar en el aula de Google, mientras su bebé recién nacido la esperaba en su auto.

Carranza, mexicoamericana de primera generación, es profesora de pre kínder en la escuela Primaria Marvin Camras, ubicada en el barrio Belmont Cragin de Chicago. Durante la pandemia ha sido testigo de cómo los estudiantes hispanos y sus familias luchan por participar en el plan de aprendizaje remoto de las Escuelas Públicas de Chicago (CPS, por sus siglas en inglés).

A principio de la pandemia durante la enseñanza a distancia, el distrito escolar proporcionó cien mil (100,000) computadoras portátiles, iPads y Chromebooks a los estudiantes que necesitaban acceso a una computadora.

También ofrecieron talleres virtuales y se asociaron con organizaciones comunitarias para respaldar el apoyo a la alfabetización digital. Además, la Municipalidad de Chicago se asoció con varios proveedores de internet para dar a las familias de CPS calificadas acceso a internet de alta velocidad y zonas de cobertura inalámbrica. 

Pero las familias de habla hispana de CPS y sus maestros dijeron a Borderless Magazine que durante la pandemia no han recibido el apoyo suficiente con la tecnología. Los padres y abuelos inmigrantes de origen hispano expresaron sus frustraciones al no poder navegar en la red y usar las computadoras en español, y depender de los niños mayores y maestros para el apoyo tecnológico.

Casi el 47 por ciento de los estudiantes de CPS se identifican como hispanos, y el 18.6 por ciento  —o más de 63,000 estudiantes— son estudiantes bilingües de inglés. En toda la ciudad, casi el 25 por ciento de los residentes de Chicago hablan español en casa.

CPS alienta a las familias a pedir ayuda en sus escuelas, dice Emmanuel Salazar, asistente de prensa de CPS. Para Carranza, eso ha significado pasar horas enseñando a los padres cómo usar la tecnología que necesitan para que sus hijos asistan a la escuela virtual.

“Era una barrera enorme. Sobre todo porque todo en una computadora que también está (programada) en inglés”, dijo Carranza.

Para cambiar el idioma de la computadora al español, los padres tienen que navegar por el sistema en inglés, lo que aumenta la frustración de los padres, agregó.

Debido a esto, muchos de los padres con los que habló luchan no sólo para iniciar la sesión en el software del aula, sino también con cómo enviar un correo electrónico.

“Tengo familias mayores que también tienen dificultades para aprender a usar la tecnología”, dijo. “Es mucho pasar por lo básico. Es una capacitación que me gustaría que el distrito hubiese dado, pero sólo está disponible si usted sabe Inglés”.

Carranza también desea que el distrito tenga más maestros como ella que son de las minorías, para poder abordar estos temas.

Gloria, quien pidió usar sólo su nombre por razones de privacidad, está de acuerdo.

“Nos ha afectado mucho”, dijo Gloria, quien tiene varios nietos que estudian en CPS. “Ha sido una lucha para las familias hispanas y con aquellos de nosotros que no sabemos de computadoras”.

La comunidad hispana fue duramente golpeada por el COVID-19 ya que muchas personas que la integran tienen trabajos que son considerados “esenciales”. En Chicago, los latinx representan casi el 36 por ciento de los casos de COVID-19, a pesar de representar solo el 28 por ciento de la población de la ciudad.

Más de la mitad de la población que es considerada trabajadores esenciales, está integrada por personas de las minorías, muchas de las cuales viven en comunidades de bajos ingresos, según la Agencia Metropolitana de Planificación de Chicago. Los hispanos, particularmente, representan un gran porcentaje de los trabajadores de las industrias de los sectores alimentarios, de la construcción y del sector de la salud.

Esto complicó aún más el plan de enseñanza a distancia de CPS. Los padres que todavía iban a trabajar no podían monitorear o ayudar a sus hijos en sus clases en línea. Así que la responsabilidad de actuar como maestro en casa recae a menudo, sobre el hijo mayor.

Ese es el caso de Estrella Figueroa, estudiante de 14 años de edad de la secundaria Lawndale de La Villita. La mayoría de los días se sienta en la camioneta de su familia y usa un punto de acceso de cobertura inalámbrica para asistir a sus clases virtuales. Durante los recesos, ayuda a su madre a vender fruta en su puesto de la calle 26.

Mientras pelaba nopales frescos, habló de que era su responsabilidad, como la segunda hija, ayudar a sus hermanos menores con el aprendizaje a distancia.

“Soy la única que sabe un poco más de tecnología, así que tengo que ayudar a todos mis hermanos en la escuela”, dijo Figueroa.

Figueroa dijo que anteriormente, su mamá trató de obtener más ayuda de la escuela. Llamaba a la oficina a veces pero no podían ayudarla.

“A veces se enojaba y se frustraba. Pero ahora ya no lo hace porque viene a trabajar”, agregó Figueroa.

Aunque no va a la escuela y cree que su educación está pagando las consecuencias, Figueroa no se siente cómoda en regresar a  las clases presenciales ya que durante la pandemia, su asma la pone en mayor riesgo.

Los estudiantes mayores como Figueroa pudieron tener una transición más fácil debido a su entendimiento de la tecnología.

Ayudar a padres es una de las nuevas tareas que se esperaba que maestros como Carranza añadieran a su carga de trabajo durante la pandemia.

“No me molesta [porque] también aprendo a medida que voy y capacito a los padres, es sólo que había poca dirección”, aseguró Carranza. “Era sólo cuestión de solucionarlo”.

Husna Kidwai, profesora de biología en la secundaria Gurdon S. Hubbard, ubicada en el barrio de West Lawn, también enfatizó la falta de dirección del distrito.

“Con el cambio al aprendizaje remoto, en un abrir y cerrar de ojos se nos pidió a todos los profesores que cambiáramos completamente al aprendizaje virtual sin realmente ninguna capacitación y sin pedirnos opinión”, dijo Kidwai.

Los estudiantes mayores están mejor equipados para manejar la transición al aprendizaje remoto porque la mayoría de los maestros ya usaban computadoras en sus aulas al menos una vez por semana, compartió.

Aunque la tecnología puede ayudar a dar a los estudiantes la capacidad de asistir a clase, Kidwai dice que el compromiso y la participación en el aula de Google ha sido muy difícil para los estudiantes, algo que frecuentemente la frustra.

“Los estudiantes siempre tienen sus micrófonos en silencio, sus cámaras apagadas, así que muchas veces hago una pregunta y simplemente estoy sentada y no hay respuesta. Creo que para mí esa ha sido la parte más frustrante”, dijo Kidwai.

Y para Natalie González, quien a principios de la pandemia era profesora de inglés en la secundaria Wendell Phillips Academy ubicada en el vecindario Bronzeville, la falta de orientación de la administración era desconcertante.

“No había una dirección concreta ni directrices de la administración. Así que todo el mundo estaba haciendo lo suyo”, dijo. “Todos estábamos tratando de salir a flote por nuestra cuenta”.

González, quien ahora es profesora en la secundaria Benito Juárez en Pilsen, también experimentó frustración al tratar de mantener a los estudiantes comprometidos remotamente. Ahora tiene un nuevo grupo de estudiantes y está tratando de construir la confianza con ellos a pesar de que aún no los conoce personalmente. Para ella, se trata de ser transparente y saber en dónde están sus estudiantes.

“Desde el principio les digo que esta va a ser una comunidad donde quiero que se sientan seguros en su experiencia de aprendizaje”, agregó González.

Pero a pesar de la falta de dirección de los líderes de CPS, los maestros con los que habló Borderless creían que sus escuelas hacían todo lo posible para ayudar a las familias a adaptarse al aprendizaje remoto.

CPS tiene como objetivo regresar a las clases presenciales a principios del año próximo; los niños en edad preescolar tienen la opción de regresar el 11 de enero; los de kínder a octavo grado, el 1ero. de febrero, y los estudiantes de secundaria seguirán aprendiendo a distancia.

El distrito escolar ha adoptado medidas para garantizar la seguridad de los estudiantes y maestros, incluida la compra de 20 mil (20,000) purificadores de aire para las escuelas. Pero el Sindicato de Maestros (CTU, por sus siglas en inglés) ha cuestionado la decisión de CPS de volver a clases en persona.

Aunque la enseñanza virtual no ha sido fácil, muchos educadores y padres— incluyendo Carranza— aún creen que al momento, continúa siendo la mejor opción. De acuerdo con una encuesta de CPS, las familias latinx están un 50% menos dispuestas a mandar a sus hijos a clases presenciales el próximo año, en comparación con las familias blancas.

Carranza ha dejado claro a su escuela que no se sentiría cómoda volviendo a las aulas, optando por tomar un permiso en lugar de poner a su familia en riesgo.

“Entiendo que los padres también necesitan trabajar y es mucho para balancear, pero al final de todo [se resume a] literalmente, poner vidas en riesgo. Quizá nosotros podríamos estar bien, pero nuestros familiares no”, enfatizó Carranza.

Kidwai comparte los mismos sentimientos y está nerviosa de exponer potencialmente a sus padres al virus.

Los maestros dicen que CPS no toma en cuenta sus opiniones sobre el regreso a las aulas, demostrando una vez más que simplemente se espera que sigan los planes establecidos por los jefes del distrito .

“No hay ninguna cantidad de capacitación de autocuidado a la que podríamos ir que eliminaría cualquier angustia que viene con poner la vida de alguien en riesgo”, agregó Carranza. “No hay capacitación que nos ayude en eso”.

Traducido por Gisela Orozco